Compartir el evangelio en la era de opiniones superficiales

Cómo aprender de la estrategia de Pablo en Atenas para compartir el evangelio de Cristo con sensibilidad y sin compromisos.

UniMontemorelos
3 min read5 days ago
Imagen de Jetstream.

Vivimos en una época en la que expresar la opinión es muy fácil. La dinámica consiste en que alguien expresa algún sentimiento, convicción, alguna solución a problemas, o una opinión y entonces las personas a las que le atrae el tópico comentan, contradicen y hasta discuten en la sección de los comentarios. Esta dinámica puede ser muy constructiva o destructiva, pero las repercusiones son mínimas ya que hay miles de posturas y miles de publicaciones donde se redireccionará la atención. Es muy fácil distinguir a los que solo expresan opiniones, que son la mayoría, y que tristemente son opiniones mal informadas debido a la abundancia de desinformación.

Definitivamente se ha perdido la responsabilidad propia de la búsqueda continua del saber, de investigar, de escuchar, de comparar, ¿por qué? porque la expresión de nuestras opiniones ya no tiene ningún tipo de evaluación o repercusión. No es necesario llegar a acuerdos, finalmente, en algún lugar del mundo encontrarás a alguien que opine lo mismo y con eso basta para validar tu postura.

El ejemplo de Pablo cuando estuvo en Atenas, que leemos en la Biblia en el libro de Hechos capítulo 17, es una llamada de atención de cómo podemos entablar conversaciones, incluso discusiones con personas que de verdad están interesados en saber lo que tenemos para compartir. ¿Qué hizo Pablo?

  1. Tenía una ardiente necesidad de compartir el evangelio de Cristo.
  2. Estudió el contexto de las personas con quienes conversaría.
  3. Buscó conectar su discurso con cosas familiares a los oyentes.
  4. Estaba preparado para tener conversaciones con todo tipo de gente, en este caso, con filósofos y eruditos.
  5. No comprometió el mensaje con tal de quedar bien con los oyentes, pero fue sensible al darlo.
  6. Una vez presentado el discurso, no trató de convencer. Hizo su trabajo de entregar un mensaje y dejó el cambio de corazón al Espíritu Santo.

Se pueden extraer más lecciones, pero estas son las que me llamaron la atención. Compartir el evangelio de Cristo es una responsabilidad de cada uno de nosotros, los que decimos ser cristianos. El simple hecho de no tener esa ardiente necesidad habla de que el evangelio de Cristo no está cimentado en mi corazón. El evangelio de Cristo es lo mejor que le puede pasar a cualquier persona, como dijo Pablo, parafraseando: El creador del mundo y de todas las cosas no está lejos de cada uno de nosotros.

Tenemos el privilegio de predicar a un Cristo resucitado, Salvador que está cerca de nosotros, que se deleita en ayudarnos, que por sus méritos tenemos acceso al cielo, que los problemas de este mundo tienen fecha de caducidad, que ¡Cristo viene pronto! Si creemos estas cosas, ¿cómo no compartirlas? Pero hay que tomarse el tiempo de estar preparados para compartir, con sensibilidad, tomando en cuenta el contexto, pero sin comprometer el mensaje.

Editora: Laura Marrero y Brenda Cerón.

Oscar Castillo, director de coros, maestro en la Escuela de Música y desarrollador de negocios en ProMusic de la Universidad de Montemorelos.

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